jueves, 12 de septiembre de 2013

Opinión - Una derrota para cambiar de derrota

Extracto: 

Durante los últimos decenios, uno de los problemas que ha tenido la educación es que no ha educado a nuestros niños para la experiencia de la frustración, lo que les ha hecho extraordinariamente vulnerables, porque inevitablemente alguna decepción van a tener en la vida. Por eso, necesitamos educar para soportar el fracaso, si queremos educar para conseguir el éxito. Esto sucede también a los adultos. En España tenemos una concepción ontológica del fracaso. Quien fracasa una vez es un fracasado. Y es mejor que no lo intente de nuevo. Esta idea disuade a mucha gente de emprender nada. «Yo para eso no valgo», es una profecía que se realiza a sí misma por el hecho de enunciarse. Uno de los vicios mentales que debemos intentar eliminar es esa alergia al riesgo. De nuevo aparece la valentía, que tradicionalmente ha sido la encargada de indicarnos la buena actitud ante los obstáculos. En sentido amplio, valiente es el que no abandona un proyecto por las dificultades o esfuerzos que comporte su realización. Hemingway dio una definición que me encanta: Courage is grace under pressure. El coraje es mantener la gracia, la agilidad, la soltura, en un palabra, la libertad, cuando se está sometido a presión. Los filósofos antiguos, que desde los griegos afinaron mucho en este tema, consideraban que la valentía tiene dos aspectos: atreverse, que, era el momento del inicio, y resistir, que era el momento de persistir en la tarea, de no ceder al desánimo, de no desmoralizarse. Uno es la virtud del inicio, del despegue, del emprendimiento; el otro, la virtud de la acción mantenida, de la constancia.

Autor: 
José Antonio Marin

Artículo completo: 
Caffereggio.net

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